AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA LA AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA EN LA ACTUALIDAD

Para distinguir la agresividad de la violencia, podemos basarnos en Foladori (2006). La agresividad se juega en un plano instintivo que supone esencialmente una relación entre pares, es decir, una relación entre iguales. De esta forma la agresividad se enmarcaría en un plano adaptativo siendo inhibida al dejar de cumplir la función particular que le pertenece. Por ejemplo, un macho que ataca a otro macho por el dominio sobre un territorio y el consecuente derecho a reproducción con las hembras de dicho territorio, cesa su ataque agresivo una vez que el otro se ha rendido reconociendo su derrota. Esto supone la inhibición de la agresión por ser esta innecesaria funcionalmente. Por otra parte ante la agresión de un par existe la posibilidad de enfrentar al agresor o huir de este, tal y como ocurre al inicio y comienzo del ejemplo recién descrito. Foladori anuda el origen de la agresividad en el plano de lo humano a la vida intrapsíquica por medio del concepto de pulsión en la obra de Freud.

La violencia por su parte remite a un plano socio-político en la medida que no se enmarca en una relación de igualdad sino en una relación de desigualdad, en donde tal jerarquía es determinada por las relaciones de poder.

Para Foladori la violencia acontece cuando un individuo o un grupo de individuos se encuentran a merced de un Otro, en tanto este puede disponer del ejercicio de un poder total sobre dichos individuos. Esto supone que la relación de desigualdad es sostenida en la medida que le es delegado a este Otro, por medio del investimento de su lugar, un poder particular; en otras palabras se le atribuye un saber hacer. De esta manera el Otro deviene ejercicio del poder total, ante el cual, a diferencia de lo que ocurre con la agresividad, no hay posibilidad de huida. Esto supone una particular organización de la estructura social y sus relaciones de poder.

La paradoja denunciada por Foladori es la del poder en su dimensión de ‘delegación-apropiación’. La dimensión socio-política supone la organización de individuos de manera tal que estos delegan poder en ciertos ‘representantes’, sin embargo una vez delegado este es ejercido por los representantes quienes se apropian del poder en la medida que son avalados por la investidura que los individuos han hecho sobre su lugar de delegados; por tanto el poder es ejercido sobre los mismos individuos de los cuales partió la delegación sin consideración de sus particularidades. En este sentido el Estado supone un grado máximo de representatividad de los

individuos ubicados en dicho marco institucional siendo la Ley vigente el modo por el cual se ejerce y autolegítima, en tanto saber sobre lo social, el ejercicio del poder. Por tanto desde esta perspectiva el acto institucional, por ejemplo la defensa de un estado de derecho, supone per se un acto de violencia en la medida que se sustenta en dos condiciones esenciales: una relación de jerarquía, que sustentada en el poder y control social excluye la dimensión afectiva; y la imposibilidad de escapar a la situación, en tanto no existe respuesta ni defensa ante este acto total. En consecuencia se aprecia que la relaciones de poder y saber se organizan de tal forma que los mismos individuos pueden llegar a justificar tal operación, sin embargo existen bastantes excepciones en donde la violencia de tales actos queda expuesta siendo más difícil dicha justificación.

En conclusión, Foladori polariza la relación agresividad-violencia en los planos instintivo y social, pudiéndoselas distinguir aunque estas aparezcan en diversas ocasiones entrelazadas.

Con agresividad se nace pero pareciera que la violencia se aprende o, mejor, es un síntoma del tipo de tejido social que se dé. En muchas ocasiones, la sociedad la tolera y la estimula, justificándola como entretenimiento o dominio.

También puede ligarse el concepto de violencia con el de violación. ¿Qué es lo que se violenta en la violencia? El quiebre de todo límite.

Se rebasan los límites de la relación con el otro para convertirlo en ‘cosa’, en objeto. Y una vez producida la alineación se masifican, se unifican, dando lugar a la segregación que es una de las formas más sutiles de la violencia cotidiana.

La vivencia de segregación marca las fronteras y otorga un pseudo margen de seguridad. Impide, aparentemente, la invasión del otro-Otro, del distinto, al delimitar un lugar intentando evitar lo siniestro.

La carencia de subjetividad en la sociedad actual es un problema que podemos anudar aquí…  Pensemos en el problema educativo…

Uno de los malestares actuales que resaltan los educadores es el resquebrajamiento de los lazos institucionales, manifestados en las agresiones del alumno con su maestro, de los alumnos entre sí, y en el debilitamiento de los lazos de trabajo entre los docentes mismos.

¿Cómo las instituciones -entre ellas la escuela- reproducen, cristalizan o generan violencias que terminan dejando o expulsando a los jóvenes de sectores más excluidos por fuera de las mismas?

La escasa subjetivación de los individuos origina que el sujeto pedagógico hacia el que se dirigía la práctica educativa ya no exista… Quizás los jóvenes fracasan en la escuela porque no les representa para nada…

Esta entrada tiene un comentario

  1. Anabel Provda

    Me ha gustado bastante el artículo pero quisiera añadir una forma de violencia que hoy está de moda. Me refiero a los espacios televisivos de debate político. En ellos, comprobamos una vez tras otra como los tertulianos se insultan, se menosprecian, nunca escuchan al otro. En realidad no es un debate, parece más bien un ring donde se pone en juego la intransigencia y la lucha de poder. Todo ello avalado por cadenas también pagadas por grupos económicos con intereses económicos e ideológicos.
    Es verdad que estos espacios venden y ello es síntoma de la calidad de la sociedad actual. ¿Pero acaso esta falta de reflexión y enfrentamiento no es promocionada por estos espacios?. Nos venden que lo se pone en juego no son las ideas, sino vencer al otro, desprestigiarlo y vapulearlo.
    Nos comen el cerebro, nos incitan… Como no cuidemos nosotros nuestra racionalidad, sentido común y el nuestra capacidad de dialogo, no nos va a cuidar nadie.

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